Muchos conocemos los llamados Ojos de Dios, los hemos visto en tiendas y bazares, tal vez en documentales, pero ¿qué es un Ojo de Dios? Además de ser una de las artesanías que más identificamos con la etnia huichola, el Ojo de Dios es un elemento espiritual muy importante en su cultura.
El Ojo de Dios consiste en un conjunto de cinco rombos a base de cruces de madera tejidos con múltiples colores muy llamativos. El Ojo de Dios representa los cinco puntos cardinales del cosmos wirrárika o wirraritari, como también se conoce a la etnia huichola: Oriente, Poniente, Norte, Sur y Centro; para ellos, el punto geográfico más importante es el Oriente, de donde sale el “abuelo fuego.”
Un ojo de Dios equivale a un año en la vida de un niño y cada año, después de su iniciación en la “Fiesta del tambor” apenas recién nacido, el padre o la madre del pequeño debe elaborar un nuevo Ojo de Dios hasta que el niño cumpla cinco años de edad, para que siempre esté protegido.
Cuando nace un niño huichol y cumple un año de edad, se lleva a manera de ofrenda al templo o Kalihuey un ojo de dios que contiene un solo rombo. Cuando la criatura cumple dos años de edad se lleva un ojo de dios con dos rombos; y así año con año hasta completar cinco años de edad, ya que, de acuerdo a su creencia, a partir de esta edad el niño podrá llevar por sí sólo las ofrendas a sus dioses. Es entonces cuando padre e hijo se dirigen al mar y arrojan el Ojo de Dios, para dar gracias porque el niño llegó a los cinco años, la edad más difícil, sin ser atacado por alguno de los animales venenosos que los podrían atacar, como los alacranes.
Se dice que estos amuletos forman un “árbol cósmico” que se tira al mar en un lugar sagrado que los wirrárikas tienen en San Blas, Nayarit.
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El Ojo de Dios consiste en un conjunto de cinco rombos a base de cruces de madera tejidos con múltiples colores muy llamativos. El Ojo de Dios representa los cinco puntos cardinales del cosmos wirrárika o wirraritari, como también se conoce a la etnia huichola: Oriente, Poniente, Norte, Sur y Centro; para ellos, el punto geográfico más importante es el Oriente, de donde sale el “abuelo fuego.”
Un ojo de Dios equivale a un año en la vida de un niño y cada año, después de su iniciación en la “Fiesta del tambor” apenas recién nacido, el padre o la madre del pequeño debe elaborar un nuevo Ojo de Dios hasta que el niño cumpla cinco años de edad, para que siempre esté protegido.
Cuando nace un niño huichol y cumple un año de edad, se lleva a manera de ofrenda al templo o Kalihuey un ojo de dios que contiene un solo rombo. Cuando la criatura cumple dos años de edad se lleva un ojo de dios con dos rombos; y así año con año hasta completar cinco años de edad, ya que, de acuerdo a su creencia, a partir de esta edad el niño podrá llevar por sí sólo las ofrendas a sus dioses. Es entonces cuando padre e hijo se dirigen al mar y arrojan el Ojo de Dios, para dar gracias porque el niño llegó a los cinco años, la edad más difícil, sin ser atacado por alguno de los animales venenosos que los podrían atacar, como los alacranes.
Se dice que estos amuletos forman un “árbol cósmico” que se tira al mar en un lugar sagrado que los wirrárikas tienen en San Blas, Nayarit.